La aventura barcelonesa de Django Reinhardt, Stéphane Grapelli y Benny Carter

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El musicólogo Jorge García sostiene que la primera mitad de la década de los años treinta coincide con el máximo apogeo de la primera moda jazzística en España. García señala que este periodo se caracteriza por la presencia de aficionados al jazz mucho más informados que sus predecesores gracias a la crítica especializada y que manifiestan su predilección por el hot, una variedad más pura y alejada de sucedáneos dirigidos a un público de más amplio espectro. En este contexto nace en 1934 la primera revista española dedicada el jazz, Música Viva, la cual apenas un año después se fusionó con Mundo Musical para dar lugar a Jazz Magazine, que pasaría a ser el órgano oficial del Hot Club de Barcelona, una asociación de aficionados al jazz que, bajo la batuta del empresario Pere Casadevall, inició su andadura en 1934 dando pie a una frenética actividad divulgadora de este género musical afroamericano.

Las noches del 29 y 31 de enero de 1936 suponen un hito dentro de la historia de este colectivo. Coincidiendo con la inauguración de su nueva sede social en el número 35 del Paseo de Gracia, el Hot Club barcelonés organizó la tercera edición de su festival de jazz, cuyo cartel incluía al saxofonista Benny Carter, al Quinteto del Hot Club de Francia, al pianista Garnet Clark y a la Orquesta del Hot Club de Barcelona.

Europa quería bailar

Tras la Primera Guerra Mundial la sociedad europea anhelaba olvidar el horror de las trincheras y festejar por todo lo alto la alegría de vivir. Numerosos músicos afroamericanos, algunos de los cuales habían luchado en la contienda, recalaron en el viejo continente atraídos por el amplio abanico de ofertas laborales que se abría ante sus ojos. A medida que la fiebre por el jazz iba calando cada vez más hondo el número de artistas negros que decidían saltar el charco aumentó. La capital francesa no sólo se convirtió en el epicentro del arte mundial, también era escenario de las fiestas y eventos más extravagantes. Todo esto se vino abajo con la recesión desatada por el crack de Wall Street de 1929. Fue preciso esperar a mediados de los años treinta para que la situación laboral de los músicos comenzase a mejorar. En las noches del París de ese momento brillaban con especial fulgor astros afroamericanos como Coleman Hawkins, Bill Coleman o Benny Carter y artistas locales como Django Reinhardt o Stéphane Grapelli.

Un cartel de lujo

Benny Carter se trasladó a Europa en 1935 para tocar la trompeta con la banda de Willie Lewis y también ejerció como arreglista de la orquesta de baile de la BBC. Durante tres años Carter recorrió el continente grabando y tocando con los jazzmen más sobresalientes a este y al otro lado del Atlántico. Su versatilidad y el elogio de críticos como John Hammond o Hugues Panassié, con el que el Hot de Club de Barcelona mantenía un estrecho contacto, propiciaron la contratación de Carter como principal atracción del tercer festival jazzístico organizado por la citada entidad musical barcelonesa.

El saxofonista alto estadounidense, que llevaba grabando desde 1928, estuvo acompañado en tan señalada efeméride por el Quinteto del Hot Club de Francia, conjunto que había sido constituido hacía poco más de un año. Tras unos inicios complicados, Grapelli había logrado dar crédito al violín en el jazz y gozaba ya de cierta aceptación. Tras superar unos años difíciles en los que incluso llegó a ejercer como músico callejero, en 1933 pasó a formar parte de la banda del Hotel Claridge de los Campos Elíseos. Allí coincidió con Django Reinhardt, con quien había colaborado esporádicamente. Su relación, hasta entonces informal, adquirió tintes profesionales y los acontecimientos acabaron por sucederse. Una noche, durante su descanso, se unió a ellos el hermano de Django, Joseph. El productor Raymond Horricks señala que en esa estaba presente Pierre Nourry, quien entusiasmado les invitó a formar un grupo y ofrecer un concierto al que asistieron los críticos franceses Panassié y Charles Delaunay. Impresionados convirtieron al conjunto en la banda oficial del Hot Club de Francia y a ella se unieron Roger Chaput a la guitarra y Louis Vola al bajo.

Programa del III Festival del Hot Club de Barcelona./ Centre de Documentació de l’Orfeó Català

A pesar de un éxito fulminante el quinteto padeció estrecheces durante el otoño de 1935. El trabajo escaseaba y sus miembros se vieron obligados a dispersarse. Su fama aún se limitaba a París. Prueba de ello es, según Michael Dregni, el fiasco que supuso su primera actuación fuera de los contornos de la capital. El 20 de febrero de 1935 actuaron en Nancy contratados por el Hot Club de esa localidad. Dregni afirma que a la actuación tan sólo acudieron unos veinte incondicionales. La formación original del quinteto se reagrupó con motivo de los conciertos de Barcelona. Stéphane Grapelli, que se encontraba en Montecarlo, fue avisado por telegrama y voló a la Ciudad Condal para unirse al resto de sus compañeros.

Además de Benny Carter y del Quinteto del Hot Club de Francia, la entidad barcelonesa también contrató al pianista Garnet Clark, al que el programa del concierto se refiere por error como Garney. Clark es una figura un tanto olvidada y que poseía un gran talento. En 1930 comenzó a tocar el piano en la Tommy Myle’s Band de Washington. Cuatro años más tarde se trasladó a Nueva York, donde trabajó junto a Benny Carter para Charlie Barnet. En 1935 viajó a Europa en compañía de Carter y se sumó al conjunto de Willie Lewis. También realizó una gira por Suiza con Adelaide Hall y llegó a grabar en solitario. No obstante, su vida está marcada por el infortunio. Durante el otoño de 1937 sufrió un colapso nervioso y pasó el resto de sus días ingresado en un hospital. El 30 de noviembre de 1938 falleció a la temprana edad de veintidós años.

La Orquesta del Hot Club de Barcelona fue la encargada de completar un cartel de lujo. Debutó en la segunda edición del festival organizado por estos entusiastas y estaba integrada por las figuras más prestigiosas del jazz local, procedentes de otros conjuntos como los Demon’s Jazz, la Matas Band, Miuras de Sobré, Napoleon’s Band y Jaume Planas y sus discos vivientes. Dirigida por el pianista Antonio Matas estaba integrada por el saxo tenor Sebastián Albalat, el saxo alto José Domínguez, los trombonistas Francisco Gabarró y Fernando Carriedo, los trompetistas Magín Munill y José Ribalta, el batería José Bellés, el guitarrista Steve Erikson y el contrabajo Antonio Russell.

Orquesta del Hot Club de Barcelona en 1935./ ARCA

El jazz se consagra en Barcelona

El miércoles 29 de enero de 1936, en torno a las diez y cuarto de la noche, dio comienzo en el Cine Coliseum de la Gran Vía el primero de los dos conciertos previstos. La expectación despertada en las semanas previas se tradujo en un gran éxito de asistencia. La programación incluía repertorios compuestos por más de veinte canciones por artista. La edición del diario La Vanguardia del día 31 señala al respecto de la primera de las veladas: «Aquí solamente hemos de remarcar el aspecto de la sala, la cual aparecía plenísima de un público entusiasta por la música de «jazz», que no cesó de ovacionar a los artistas, el negro [sic] Bennie Carter, tocador de saxofón y trompeta; la orquesta del «Hot Club de Barcelona», dirigida por Matas, y el «Quinteto del Hot Club de Francia». Entre la concurrencia, integrada en su mayoría por gente joven, se veían bastantes caras conocidas en sociedad. El aspecto de la sala era lucidísimo, como puede suponerse».

Después del concierto se celebró una fiesta en la terraza Oshima de la Casa Llibre, sita también en la Gran Vía. La celebración contó con la concurrencia de los músicos, a los que se les requirió que tocasen, dando pie a una jam session que se prolongó hasta altas horas de la madrugada y a la que también se sumó el violinista Rober «Juice» Wilson. El periodista Xavier Theros tuvo la ocasión de entrevistar en 2011 a Alfonso de Lucas Buñuel, hijo de Alfonso de Lucas, uno de los pioneros de la sonorización del cine en España. Esa noche, De Lucas padre fue testigo de excepción de la juerga, que aún recordaba a sus 102 años de edad. En la velada, en la que se bailó hasta que el cuerpo aguantó, estuvieron presentes varias taxi-girls, una actividad que, en palabras de Jose March Fierro, «en Barcelona bordeaba la prostitución pero que muchas veces no llegaba a tanto». Joaquim Roglan afirma en su libro 14 de’abril: la Catalunya republicana que las taxi-girls eran unas bailarinas de alquiler que cobraban a sus acompañantes un ticket cuyo precio era una peseta y media. Esto les daba derecho a bailar con ellas cinco piezas. La leyenda cuenta que Django acabó esa madrugada tocando bajo el puente de Marina junto a unos gitanos que se encontró por la calle.

Dos días después, el festival se trasladó al Palau de la Música Catalana. El segundo concierto supuso la consagración del jazz en Barcelona como un género equiparable a las composiciones clásicas y a la música culta. A este respecto La Vanguardia señaló que el jazz había hecho su entrada «en el sagrario de lo que pudiéramos llamar música docta o tradicional». Si algo quedó claro desde el primer día es que los músicos fueron agasajados con el apoyo incondicional de los aficionados jazzísticos barceloneses. Se registró de nuevo una gran afluencia de espectadores, aunque no tantos como la primera noche. Durante esas jornadas diarios como el ya mencionado La Vanguardia, La Rambla, La Publicitat, El Noticiero Universal, L’Instant y El Día Gráfico incluyeron en sus páginas críticas en las que elogiaban la organización del Hot Club así como la gran calidad artística de los espectáculos.

Repertorio incluido en las páginas centrales de la programación./ Centre de Documentació de l’Orfeó Català

La nota discordante

Nunca llueve a gusto de todos y en este caso el refrán se cumplió a rajatabla. Tan sólo el periódico La Veu de Catalunya dio la nota discordante. Su edición del 31 de enero incluía un artículo, firmado con las iniciales J. LL., de tintes racistas en el que se menoscababa la labor del Hot Club y en el que se vilipendiaba al jazz, al que consideraba una «música primaria» que convertía al músico profesional «en un triste y miserable payaso sin gracia» y que «degradaba» a los europeos. De la entidad musical decía que «se dedica al fomento y la propagación de esa música negra que nos ha invadido y que no es más que otra de las muchas calamidades que sufrimos actualmente los blancos». Sin abandonar ese tono ofensivo subrayaba que «este virtuoso sin virtud desafinaba de un modo excesivo», en referencia a Benny Carter y hablaba del quinteto francés como «cinco blancos que imitan el primitivismo de los negros». El innovador modo de tocar el violín de Grapelli tampoco salía bien parado como atestiguan estas palabras: «Esto nos hizo más pena que el mismo negro: primeramente, porque no tenía carácter alguno y luego por el hecho de ver un instrumento de tan noble categoría como es el violín, degradado por una labor tan baja e innoble». Tampoco se salvaba de la quema el saxo, al que acusaba de ser «el más innoble de los instrumentos musicales».

El Hot Club de Barcelona no se quedó de brazos cruzados ante semejantes declaraciones. En el número de marzo de Jazz Magazine dedicó un pormenorizado artículo firmado por N. Suris en el que se trascribía al castellano el polémico artículo, escrito originalmente en catalán. Así mismo, desmontaba uno a uno todos los tópicos expuestos por detractores como J. LL. y hablaba del jazz como «un género que no admite fronteras». Suris cerraba su exposición con un elocuente párrafo que se recoge a continuación: «El Jazz, primer balbuceo del prodigioso instinto musical de una raza que lucha por la propia independencia espiritual y que quiere producirse conforme a su peculiar modo de ser, seguirá, en su ascensión, las vicisitudes de este proceso magnífico y se salvará porque lleva en sí un poderoso germen de renovación constante: el ritmo. Y son, precisamente, aquellos que sienten más apego a los principios que informan nuestra civilización, los que menos debieran oponerse al libre desenvolvimiento espiritual de la raza negra, cuya originalidad polifacética, no es cosa para despreciar desde la cumbre de nuestra exagerada suficiencia».

Los músicos manifiestan su agradecimiento

Suris fue el encargado de recabar la impresiones de Benny Carter tras sus actuaciones en una escueta entrevista publicada en febrero. En ella el saxofonista manifestaba su satisfacción por los resultados del festival barcelonés y alababa a los músicos locales con los que había tenido el placer de compartir escenario. «Sí, vuestros profesionales del jazz me han dejado pasmados. Tenéis varias individualidades magníficas, y he oído algunos conjuntos tan notables como los más destacados de París», dijo. Por otra parte dedicó la siguiente nota de agradecimiento: «Quisiera expresar, en pocas palabras, mi agradecimiento a los miembros del «Hot Club» y al público en general de Barcelona, por el entusiasmo demostrado en mis últimos conciertos. Con toda sinceridad puedo asegurarles que mi satisfacción de haber tocado con ustedes ha superado la suya de escucharme. Sin embargo, gracias por escuchar.  Musicalmente suyo, Benny Carter».

Dedicatoria de Benny Carter al Hot Club y al público barcelonés. / ARCA

También Stéphane Grapelli quedó entusiasmado con el público español. «Tuvimos una magnífica acogida marcada por todo el calor y el entusiasmo del que son capaces los españoles. Después de cada concierto, los sombreros llovían sobre el escenario como si se tratase de una corrida de toros. !Fue maravilloso!», subrayó.

Una velada inesperada

Los músicos y el público español gozaron de una oportunidad más de intercambiar elogios. En vistas del éxito cosechado por el Hot Club los días previos, se acordó celebrar un tercer concierto el día 2, a las cinco y media de la tarde, en el Teatro Olympia, que esa misma mañana había sido el escenario de un mitin de Alejandro Lerroux al frente del Partido Republicano Radical, salpicado ya por los escándalos del estraperlo y Nombela. José María García Martínez señala que Grapelli se negó a actuar en este concierto y fue sustituido por Jaume Vila. Por su parte, Dregni afirma que el promotor del evento desapareció con las ganancias. «Se había pagado a la banda un adelanto de 3000 francos antes de abandonar París, pero ahora la deuda de 4000 francos más los gastos del viaje habían desaparecido. Django, Carter y sus compañeros de banda reunieron el dinero que tenían en sus bolsillos para comprar los billetes del tren de regreso, y tuvieron que compartir una butifarra para calmar sus estómagos en largo viaje de regreso a París», comenta. Si bien no se ha llegado a confirmar tal extremo, Agustín Pérez percibe un cierto «tufillo literario» en este pintoresco pasaje.

El fin de una época

La frenética actividad de esos días de enero y febrero de 1936 se tradujo en un alza del número de socios del Hot Club de Barcelona. Suris señaló que los conciertos del tercer festival adolecieron de cierta improvisación que sería preciso subsanar. Entre sus planes se encontraban estructurar la vida interna de la entidad, a la que sería preciso dotar de un reglamento, servicio de bar, discoteca, biblioteca, comisión de conciertos y de propaganda entre otras medidas. Toda estos planes se fueron al traste con el estallido de la Guerra Civil cinco meses después. Según Alfredo Papo, uno de sus socios más notables, el Hot Club fue clausurado por los milicianos al considerar que el jazz era una música sospechosa de tendencias capitalistas y el Hot Club un refugio para espías que trabajaban para los sublevados. El club retomó su actividad en 1939 pero fue preciso esperar a la década de los cincuenta para que volviese a contratar a artistas de fama internacional, lo cual ya forma parte de otra de las páginas de su dilatada historia.

Bibliografía

Libros

  • DREGNI, Michael. «Django: The life and music of a gipsy legend«, Oxford University Press, 2006, pp. 103-104 y 111-112.
  • DREGNI, Michael, ANTONIETTO, Alain y LEGRAND, Anne. «Django Reinhardt and the illustrated history of gipsy jazz«, Fulcrum Inc, 2006, p. 199.
  • GARCÍA MARTÍNEZ, José María. «Del Fox-Trot Al Jazz Flamenco. El Jazz En España 1919-1996«, Alianza Editorial, 1996.
  • HORRICKS, Raymond. «Stephane Grapelli«. Ediciones Júcar, 1986, pp. 35-36.
  • ROGLAN, Joaquim. «14 de’abril: la Catalunya republicana (1931-1939)«, Cossetania, 2006, p. 42.

Artículos de periódicos y revistas

  • «Audición de jazz en Olympia«, La Vanguardia, 2 de febrero de 1936, p.12.
  • «Concierto del Hot Club«, La Vanguardia, 1 de febrero de 1936, p.29.
  • «La prensa y los conciertos extraordinarios de Hot Club«, Jazz Magazine, febrero de 1936, pp. 6-8.
  • «Los actos de estos días«, la Vanguardia, 1 de febrero de 1936, p. 14.
  • «Un concierto de jazz«, La Vanguardia, 31 de enero de 1936, p. 10.
  • GARCÍA, Jorge. «El trazo del jazz en España«. En «El ruido alegre. Jazz en la BNE». Ministerio de Cultura, 2012, pp. 31-31.
  • LL. J., «Un concert de jazz presentat per Hot Club de Barcelona«, La Veu de Catalunya, 31 de enero de 1936, p. 14.
  • SURIS, N., «!Así se hace la crítica!«, Jazz Magazine, marzo de 1936, pp. 6-8.
  • SURIS, N. «Bennie Carter nos hace confidencias«, Jazz Magazine, febrero de 1936, p. 5.
  • THEROS, Xavier. «Django Reinhardt toca bajo un puente«, El País, 2 de abril de 2011.

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