Me and Bobby McGee, el precio de la libertad

La canción «Me and Bobby McGee» tiene el dudoso honor de ser una de las últimas que grabó Janis Joplin antes de su fallecimiento. El 4 de octubre de 1970 su corazón se apagó para siempre en una solitaria habitación del hotel Landmark de Los Angeles. Por caprichos del destino o debido a la morbosa curiosidad que despierta la tragedia, este tema fue el único número uno de toda su carrera. Un éxito póstumo que la convirtió en el segundo artista pop en escalar con un single a lo más alto de las listas tras su muerte. El primero fue el gran Otis Redding, apenas tres años atrás con su soberbia «(Sittin’ on) The dock of the bay». La irreparable pérdida de Joplin sacudió los cimientos del rock. Kris Kristofferson, autor de la citada canción, ni siquiera supo hasta ese momento que su difunta amiga había incluido su composición en su postrimero álbum, Pearl. La fatalidad dejó una profunda marca en el compositor texano. Tan sólo el paso del tiempo logró cauterizar la herida.

Kris Kristofferson es una pieza clave para entender los cambios que experimentó el country a finales de los sesenta. Fue el responsable de introducir en el repertorio de los artistas de Nashville una temática netamente urbana y de alto nivel intelectual. Kristofferson contribuyó a ampliar las posibilidades del country y le aportó una nueva dimensión. Sus contribuciones serían determinantes en el posterior desarrollo del movimiento Outlaw. Sin embargo, el camino hasta alcanzar ese estatus estuvo plagado de obstáculos. Al contrario que sucede con la mayoría de los músicos de su generación, el éxito le llegó a una edad relativamente madura cuando ya había superado los treinta años. No obstante, toda su trayectoria formativa y profesional previa fue determinante en el desarrollo de un estilo compositivo muy personal.

Estudiante modelo, disfrutó de una prestigiosa beca para estudiar en Oxford. Allí entró en contacto con la poesía de Wiliam Blake, cuya influencia es palpable en sus composiciones. Tras finalizar sus estudios optó por seguir los pasos de su padre -un coronel de las Fuerzas Aéreas- y se alistó en el ejército, donde sirvió como piloto de helicóptero en Alemania Occidental alcanzado el grado de capitán. A mediados de los sesenta su vida parecía encarrilada por completo. Cinco años atrás había contraído matrimonio con su novia del instituto y ya era padre de una niña. Tras finalizar su servicio militar en Europa le fue ofertada una plaza de profesor de literatura en la academia de West Point, oferta que rechazó a pesar de la firme oposición de toda su familia. Sus planes eran otros. Deseaba ser compositor a toda costa y en 1965 se plantó en Nashville para firmar un contrato con Marijohn Wilkin, propietaria de una empresa editora dedicada a la publicación de canciones.

Su nuevo trabajo le abrió las puertas de la capital del country y le permitió entrar en contacto con otros compositores. Sin embargo, los beneficios que le reportaba apenas servían para pagar las facturas. Tampoco era de gran ayuda el hecho de que quemase gran parte de su exiguo sueldo de farra con sus nuevos colegas. De la noche a la mañana, su mujer tuvo que cambiar su acomodada residencia de California por un pequeño apartamento en el West End de Nashville. También dejó atrás la certidumbre que ahora su marido era incapaz de proveer en su nueva vida. Ésto, sumado a las constantes juergas, comenzó a resquebrajar la relación. Mientras, seguía persiguiendo sus sueños.

Finalmente, logró su primer éxito después de que Dave Dudley grabase en 1966 su canción «Vietnam Blues», que alcanzó el puesto veinte en la lista country. Se trataba de un respiro pero fue insuficiente. Durante los cuatro años siguientes Kristofferson encadenó los más variopintos trabajos, desde cavar zanjas hasta camarero pasando por asistente de carpintero, para poder hacer frente a los gastos.

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Su familia daba por hecho que había perdido la cabeza. Protagonizaron furibundos intentos por minar su moral pero fueron incapaces. Lo mejor aún estaba por venir y confiaba en sus posibilidades. Una nueva oportunidad le vino dada por uno de sus amigos, el también compositor Billy Swan, quien le consiguió un trabajo como ayudante de ingeniero en el estudio de la Columbia Records. En realidad la situación era prácticamente la misma. Se ocupaba de limpiar los ceniceros, de poner cafés o de hacer recados. Dicen que los problemas nunca llegan solos. A la precariedad monetaria se sumó la llegada de su segundo hijo, aquejado de una malformación en el esófago. El pequeño necesitaba una operación cuyo coste ascendía a los 10.000 dólares. Kristofferson rescindió su contrato con la Columbia y consiguió un trabajo como piloto de helicóptero en los pozos petrolíferos del Golfo de México, lo que no impidió que siguiese escribiendo.

No todo estaba perdido. Kristofferson compuso durante esa etapa pequeños éxitos para otros artistas y firmó un contrato con Fred Foster, propietario y fundador del sello Monument Records y de la editorial Combine Music. El empresario supo apreciar la madurez de sus composiciones a pesar de que careciesen de ese aura plastificado y comercial propio del Nashville Sound. «Él había escrito canciones que me habían hecho pedazos, quizá no eran comerciales pero, ¿a quién le importa?», dijo Foster.

Por aquel entonces la Monument Records compartía un pequeño edificio con los letristas Felice y Boudleaux Bryant. En su oficina trabajaba una joven secretaria llamada Bobby McKee, a quien Foster aún no conocía. Un buen día, Foster se coló en una reunión de los Bryant sin llamar a la puerta. Boudleaux le acusó en broma de orquestar una excusa para ver a su secretaria. «Yo no tenía la más remota idea de a que se refería. Dije: «¿Qué? ¿Bobby? ¿De qué estás hablando?» Él dijo: «Barbara. Bobby. Bobby McKee.» Le contesté, «Oh, sí…¿No has oído hablar de mí y Bobby McKee» y me largué escaleras arriba hasta mi oficina», recordaba Foster. La anécdota fue más allá. El empresario siguió dándole vueltas y propuso a su nuevo compositor que escribiese una canción de carretera cuyos protagonistas fuesen «me and Bobby McKee». En 2008 Kris Kristofferson comentó lo sucedido al respecto: «El título fue cosa de Fred Foster. Me llamó una noche y dijo, «tengo el título de una canción para ti. Es Me and Bobby McKee». Yo entendí McGee».

Al principio Kris Kristofferson rechazó la propuesta aduciendo que no componía canciones por encargo. Pero Foster fue capaz de convencerle y aceptó pensar en ello durante su nuevo turno sobrevolando las aguas del Golfo de México. La composición se fue fraguando en su mente durante el siguiente mes. Por una parte, se inspiró en la canción «Why you been gone so long?», de Mickey Newbury. «Tenía un ritmo que realmente me gustaba. Comencé a cantar en esa métrica», explicaba Kristofferson. Por otra, en una conocida película italiana. «Por alguna razón, pensé en La Estrada, la película de Fellini, y en una escena en la que Anthony Quinn está dando una vuelta con su motocicleta y Giulietta Masina es la chica discapacitada que le acompaña, tocando el trombón. Él llega al punto en el que ya no puede soportarla más y la abandona al lado de la carretera mientras ella está durmiendo. Más tarde en la película, ve a una mujer que tiende la colada mientras canta la melodía que la chica solía tocar con el trombón. Le pregunta que dónde escuchó esa canción y ella le dice que a una chica que había aparecido en el pueblo y nadie sabía de donde procedía, y que con posterioridad había muerto. Esa noche, Quinn va a un bar y se ve envuelto en una pelea. Está bebido y acaba aullando a las estrellas en la playa. Para mí, este era el sentimiento al final de Bobby McGee. La espada de doble filo que es la libertad. Él era libre cuando abandona a la chica, pero eso le destruye. De aquí procede el verso «Freedom’s just another name for nothing left to lose’»», comentó.

Kristofferson regresó a Nashville con los deberes hechos. Se encerró en el pequeño estudio de Combine Music con su amigo Billy Swan y a lo largo de una noche se enfrascaron en darle forma a la canción. «Cuando se la mostré a Foster al siguiente día estaba simplemente exultante-le encantó. La compartí con él. Le di la mitad. Recuerdo a Bob Beckham decirme, «!No! No puedes hacer eso. No puedes compartirla». Y dije, «Hombre, no la habría escrito si él no me lo hubiese pedido»», explicó Kristofferson. El cantante Bob Beckham sabía muy bien a que se refería. «Me and Bobby McGee» estaba llamada a ser un gran éxito y al compartir su autoría Kristofferson tan sólo recibiría la mitad de los jugosos derechos de autor que estaban por venir.

«Me and Bobby McGee» fue grabada por primera vez el 7 de mayo de 1969. El cantante country Roger Miller fue el primero de una lista de intérpretes que cayeron rendidos a la composición y entre los que se incluyen Willie Nelson, Waylon Jennings, Johnny Cash, Kenny Rogers o el propio Kris Kristofferson, que la incluyo en su álbum de debut en 1970. La versión de Miller llegó al Top 20 durante el verano de 1969. Resulta curioso que una canción inspirada en un largometraje italiano acabase convirtiéndose en un estándar country. Se trata cuando menos de un rara avis. La letra narra la historia del narrador y su pareja, Bobby McGee, dos trotamundos que hacen dedo y viajan a bordo de una camioneta desde Baton Rouge hasta California. Allí sus caminos se separan para siempre, al igual que sucedía a los personajes de Quinn y Masina en La Estrada.

El camino hacia el estrellato de Kris Kristofferson ya no tenía marcha atrás. Se convirtió en el compositor de moda en Nashville. Johnny Cash lo acogió como su protegido y en 1969 lo incluyó en su troupe para que le acompañase en el Festival Folk de Newport. Allí, de un modo inesperado, protagonizó su debut nacional. Meses después, actuó como telonero de Linda Ronsdtadt en el Troubadour de Los Angeles. Esta actuación le abrió las puertas de Hollywood y por ende de su carrera como actor, en la que se centraría durante los siguientes años. Cabe señalar que su primera incursión en el mundo del cine se enmarca dentro de uno de los episodios más delirantes de la historia hollywoodiense: el rodaje en Perú de The Last Movie, el estrepitoso film de Dennis Hopper en el que Kristofferson no sólo aparece, sino que también logró colocar a «Me and Bobby McGee» como tema principal de su banda sonora.

En pleno estado de gracia, y bebiendo por fin de las mieles del éxito tras un largo peregrinaje, Kris Kristofferson actuó a principios del verano de 1970 en el Bitter End de Greenwich Village. Entre el público se encontraba el cantante Bobby Neuwirth, que había acudido acompañado por unos amigos. Tras la actuación, y en plena borrachera, Neuwirth propuso a Kristofferson tomar un avión de inmediato y plantarse en Larkspur para conocer a Janis Joplin. Dicho y hecho. Una vez en tierras californianas se sumaron a una fiesta donde la malograda cantante y el compositor fueron presentados. La chispa surgió al instante. Ella pensó que era un encanto. Ambos eran texanos. Janis de Port Arthur. Él de Brownsville. Había algo más: también les unía una pasión desmedida por el alcohol y el desmadre.janis_kris

Permanecieron juntos durante dos semanas. Emplearon ese tiempo en pasarlo a lo grande y en consumir cantidades industriales de alcohol en los bares de Sausalito. Janis Joplin se encontraba inmersa en pleno proceso de recuperación física, mental y artística. Había dejado la heroína y trabajaba con una nueva banda. Durante mucho tiempo se especuló con la relación que ambos habían mantenido. Kristofferson se encargó de acallar los rumores que hablaban de un posible amorío. «Viví con ella, dormí con ella, pero no fue una aventura amorosa. La quería como a una amiga. Era conmovedora, una persona muy apasionada pero muy infantil para mí, era una niña bajo un disfraz. Era una persona infeliz. Incluso a pesar de que era una persona muy divertida con la que salir sentía que la única cosa que la hacía atractiva para el mundo era su arte, su talento, su estrellato. Y era lo suficientemente inteligente para saber que eso era algo temporal», dijo en 1997.

Kris Kristofferson pudo haber sido uno más en el extenso elenco de personajes que se aprovechaban de la atormentada estrella. «Ella siempre estaba dando vueltas y hablando de como todo el mundo estaba viviendo de ella, pero estaba acompañada por gente que había traído a su casa y se quejaba porque les estaba dando cama y comida», explica el cantante, quien para nada se comportó como una sanguijuela. No obstante, es cierto que si la cantante tomaba prestada una de sus canciones le reportaría pingües beneficios. El guitarrista James Gurley comentó que Kristofferson quería que Janis grabase «Me and Bobby McGee». Le enseñó la canción y Janis se entusiasmó con ella. Sin embargo, en ningún momento le manifestó su intención de grabarla. Pasados esos días en Larkspur, Kris Kristofferson regresó a Nashville para trabajar en un puñado de temas incluidos en su primer álbum. Nunca más se volvieron a ver.

El 10 de julio de 1970 Janis Joplin se presentó en Austin para celebrar el cumpleaños de Kenneth Threadgill, el propietario del local en el que había hecho sus primeros pinitos sobre el escenario antes de trasladarse a San Francisco. Llegó directa de Hawái después de un mes de gira, con un desmadrado festival a bordo de un tren por tierras canadienses incluido. De nuevo en Texas, trató de pasar desapercibida aunque interpretó, ante las 8.000 personas allí congregadas, dos canciones de Kris Kristofferson: «Sunday morning coming down» y «Me and Bobby McGee». Una mediocre grabación captó el momento.

Por su parte, Kris Kristofferson fue el protagonista de una accidentada actuación en agosto en el Festival de la Isla de Wight. El cantante se vio obligado a abandonar el escenario después de ser abucheado por un público de orientación más rockera. Tras este varapalo, el sábado 3 de octubre actuó en el Big Sur Folk Festival, celebrado ese año en Monterey. Al día siguiente, la trágica noticia se extendió como el aceite: Janis Joplin había muerto como consecuencia de una sobredosis de heroína. En el mes precedente a su fallecimiento ambos tuvieron una conversación en la que ella amenazó con volver al caballo. Su estado anímico estaba por los suelos. Días después Kristofferson trató de abrirle los ojos. «Tienes a todos tus fans. Un hombre al que amas; un productor al que amas. Ligues, artistas, nunca sólo uno. ¿Por qué echarlo todo a perder?». Janis respondió de un modo lacónico: «¿De qué vale todo eso?».

Lo que Kristofferson desconocía era que Janis había grabado «Me and Bobby McGee» días antes de su fallecimiento. «La primera vez que escuché las versión de Janis Joplin fue justo después de su muerte. Paul Rothchild, su productor, me pidió que me detuviese en su oficina y que escuchara lo que ella había grabado. Más tarde caminé por L.A., hecho un mar de lágrimas. No podía escuchar la canción sin realmente venirme abajo». Pocas semanas después, de nuevo en Nashville, un cartero depositó en el buzón de Combine Music una copia del álbum póstumo de Janis. Esa noche, Kristofferson lo escuchó encerrado en el estudio. «Lo puse una y otra vez de modo que pudiera habituarme a él sin hacerme añicos. [El compositor y cantautor] Donnie Fritts vino y lo escuchó conmigo», comentó. Juntos compusieron esa misma noche una canción tributo a Janis, «Epitaph», que sería incluida en el álbum The Silver Tongued Devil and I.

«Me and Bobby McGee» supuso un antes y un después en la carrera de Kristofferson. «Bobby McGee fue la canción que marcó la diferencia para mi. Cada vez que la canto, todavía pienso en Janis», subrayó. Para Janis, fue su único número uno, un éxito de sabor amargo que incrementó su trágica leyenda marcada por la soledad. Un desamparo que Fritts y Kristofferson quisieron reflejar en «Epitaph»: «Sus amigos más cercanos se han reunido/ Señor, ¿no es una vergüenza?/ Llorando su muerte juntos/ Compartiendo la culpa./ Pero cuando ella se estaba muriendo/ Señor, la dejamos tirada./ De nada sirve llorar/ Ya no le sirve de ayuda ahora».

BIBLIOGRAFIA

Libros

  • FAUX, Danny. «Kris Kristofferson. Por los buenos tiempos: retrato de un artista americano». Ediciones Júcar, 1984.

  • STREISSGUTH, Michael. «Outlaw. Waylon, Willie, Kris, and the renegades of Nashville». Itbooks, 2013.

Artículos de periódicos y revistas

  • HUTCHINSON, Lydia. «Kris Kristofferson: Me and Bobby McGee», Performing Songwriter, número 107, enero/ febrero 2008.

Internet

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Perikorro dice:

    Aunque lo he leído dos años y medio después, tengo que decir que es un artículo excelente. Enhorabuena

  2. Muchas gracias Perikorro. Me alegro de que te haya gustado. Te animo a seguir descubriendo el resto de entradas del blog. Un abrazo.

  3. Rata dice:

    Muy bueno e interesante. Dolorosa su vida, transmitía todo ese dolor en su voz cuando cantaba, loca, hermosa, libre. Sin duda si hubiese nacido por aquellas épocas y la conocía, jamás la dejaría sola, nunca. Ella era libre, pero cargaba con un dolor encima que no pudo sacarselo ella sola, necesitaba alguien que siempre esté ahí para ella, más allá de los que hayan estado con ella, estaría todo el tiempo cuidandola. La verdadera primer mujer estrella de rock. Era hermosa por donde se la mire. ♥

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