La vergüenza: los desastres de la guerra

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El director sueco Ingmar Bergman era, en primera instancia, su peor crítico. En 1968, en medio de la escalada de violencia en Vietnam así como de la invasión soviética de Checoslovaquia, Bergman estrenó «La vergüenza» (Skammen, 1968). El cineasta nunca llegó a estar satisfecho con esta obra en la que se analiza el impacto de un conflicto armado sobre la vida de una pareja de artistasLa vergüenza. «La vergüenza» es una película atípica dentro de la extensa filmografía de Bergman, no sólo por la temática, sino que también por su planteamiento, en el que son condiciones externas las que moldean a los personajes.

A lo largo de la primera etapa de su carrera, Bergman incidió en temas como la fe, la soledad o la muerte. Entre 1960 y 1966, centró su atención en el teatro, ejerciendo como director del Teatro Real Dramático de Estocolmo, actividad que compaginó con la dirección de varias películas hasta que estrenó «Persona» (íd., 1966), considerada una de sus mejores obras. Durante ese periodo, Bergman sufrió diversas convalecencias como resultado de sus afecciones gástricas y atravesó una profunda crisis creativa. En 1967, antes de la llegada a los cines de «La hora del lobo» (Vargtimmen, 1968), Bergman escribe el guión de «La vergüenza». En él trata por primera vez la temática de la guerra.

La guerra, con todas sus implicaciones, no había tenido hasta ese momento un hueco en el cine existencialista y metafísico de Bergman. Sus contemporáneos habían llegado incluso a enjuiciar la ausencia de críticas a la situación política de aquel entonces en sus películas. El director comenzó a plantearse la necesidad de dirigir una película sobre la guerra justo después de ver un documental en el que se exponían las penurias a las que era sometida la población civil de Vietnam. En ese momento, la cabeza del cineasta es asaltada por cuestiones tales como cuál sería su postura en caso de que su país fuese invadido por agresores extranjeros o cuál sería su respuesta ante la violencia física o psíquica. En su libro autobiográfico «Imágenes: mi vida en película», Bergman deja claras cuáles eran sus intenciones respecto a «La vergüenza». «Para hacer una película de guerra es preciso representar la violencia cometida tanto hacia los grupos como hacia los individuos. En el cine americano la representación de la violencia tiene una gran tradición. En Japón, se ha convertido en un ritual magistral, perfectamente coreografiado. Cuando hice “La vergüenza” sentí el intenso deseo de exponer la violencia de la guerra sin restricciones», señala.

«La vergüenza» se ambienta en la isla sueca de Fårö, situada en el mar Báltico, al norte de la isla de Gotland. Desde principios de la década de los sesenta, Bergman permaneció durante largas temporadas en esta ínsula, habitada en la actualidad por una comunidad compuesta por apenas seiscientas personas. Fårö, escenario de varias películas del Bergman, es el lugar elegido por Eva Rosenberg (Liv Ullman) y Jan Rosenberg (Max Von Sydow) –una pareja de músicos- para huir de la guerra que azota a su país. En ningún momento del metraje se hace mención al lugar ni a la fecha en que tiene lugar la contienda. Ni siquiera se indica quiénes son los dos bandos enfrentados. De todos modos, es posible deducir que se trata de un conflicto civil en el que se pretende derrocar a un régimen político establecido. Bergman obvia cualquiera de estos detalles y se centra –sobre todo durante la primera mitad de la película- en la vida de los dos protagonistas. La llegada de los bombardeos, las purgas políticas, la muerte y la miseria harán que cada uno adopte posturas mezquinas y reprobables de las que avergonzarse.

Durante la redacción del primer borrador Bergman había estimado oportuno bautizar a su guión como «La guerra». No obstante, tras posteriores revisiones, optó por el significativo título de «La vergüenza», no sin antes haberlo llamado también «Los sueños de la vergüenza». Y es que, la película empieza y acaba en medio de la descripción de sendas ensoñaciones. En primer lugar, Jan Rosenberg se levanta de su cama y describe un sueño en el que ambos protagonistas forman parte de una orquesta que interpreta los Conciertos de Brandeburgo mientras todos los presentes lloran. En segundo lugar, Eva Rosenberg hace mención a un sueño en el que un avión incendia un rosal en su jardín mientras sostiene en brazos a su hija. Ambos comentarios sirven para enmarcar al conjunto de la narración que, en cierto modo, es en si misma una pesadilla de tintes dantescos.

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«La vergüenza» es una suerte de rareza dentro de la obra de Bergman. Mientras que en gran parte de sus trabajos sus protagonistas se debaten contra sus demonios internos, la locura, el ambiente familiar o las tribulaciones de carácter existencial, en esta película la pareja de artistas lucha contra una situación que le es ajena. El resto del país se desangra en medio de una guerra a la par que Eva y Jan Rosenberg siguen adelante con sus quehaceres e incluso se plantean planes de futuro, como por ejemplo, tener un hijo. Aislados en su granja están unidos al conflicto tan sólo a través de las noticias publicadas en su estropeada radio o de los comentarios de sus vecinos. La situación cambia paulatinamente hasta que todo su entorno salta literalmente por los aires. La cruda realidad se manifiesta ante ellos con toda su intensidad. Todos sus vecinos sucumben, excepto ellos, que vivirán lo suficiente como para ser testigos de excepción de las atrocidades y del odio.

En cierto modo, «La vergüenza» puede ser entendida como un ejercicio introspectivo. Bergman manifiesta sus temores a través de sus personajes. Realiza una especie de experimento en el que somete a dos artistas al horror de la guerra mientras tratan de buscar una explicación en su castillo de marfil. Ni siquiera su condición de individuos neutrales será suficiente para salvarles. Las sospechas así como la manipulación de los hechos a través de los medios de comunicación saltan a la palestra conduciéndoles hacia su infierno particular, donde incluso se resquebrajan los cimientos de su relación. A este respecto, Bergman disecciona el complejo mundo de las relaciones de pareja, tal y como haría con posterioridad en títulos como «La carcoma» (Beröringen, 1971) o «Secretos de un matrimonio» (Scener ur ett äktenskap, 1973).

Bergman dirige con acierto a sus personajes, labor hasta cierto punto facilitada por tres pesos pesados de la interpretación y habituales en su nómina de intérpretes: Liv Ullman, Max Von Sydow y Gunnar Björnstrand.

Liv Ullman interpreta a Eva Rosenberg. Su personaje representa al pilar sobre el que se sostiene la relación con su compañero, Jan. Bergman le otorga el carácter de una mujer de coraje durante los primeros compases del film. Sin embargo, a medida que se intensifica la violencia, se irá derrumbando hasta verse sumida en medio del caos. Incluso llegará a entregarse a los brazos de otro hombre, Jacobi (Gunnar Björnstrand), actitud que abre ante el espectador un abanico de cuestiones difíciles de responder y que provoca la debacle en el seno de su hogar o lo que queda de él.

Max Von Sydow resuelve con soltura su papel como Jan Rosenberg. Se trata éste de un personaje con una gran evolución psicológica. Si al principio se manifiesta como un hombre débil y atormentado, al final se acaba convirtiendo en un asesino implacable cuyo único objetivo es lograr su supervivencia. En los exquisitos diálogos que mantiene con su esposa, se deja entrever un pasado salpicado por una infidelidad y un presente en el Jan se muestra esquivo ante el deseo último de su mujer: tener un hijo.

Por su parte, Gunnar Björnstrand fue el elegido por Bergman para interpretar a Jacobi, un amigo de los Rosenberg que tras la invasión ejerce como autoridad. En pleno proceso de purgas, Jacobi mueve los hilos pertinentes para otorgar protección a la pareja de músicos y permitir que permanezcan en su granja, alejados del mundanal ruido. Sin embargo, sus devaneos le acaban granjeando la desconfianza de sus camaradas, que obligan a Jan a que lo ejecute a sangre fría.

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Bergman rechazó siempre el resultado final de la película. «La Vergüenza no es sobre la inmensa crudeza tan solo en su significado. No es sobre las bombas. Es sobre la infiltración gradual del miedo. Pero “La Vergüenza” no es lo suficientemente precisa. Mi idea original era mostrar tan solo un día completo antes de que la guerra estallase. Pero empecé a escribir cosas, y todo fue mal, no se por qué. No la he visto recientemente y tengo cierto miedo de hacerlo. Cuando haces una película de este tipo debes ser muy duro contigo mismo. Es una cuestión moral», llegó a señalar.

«La vergüenza» es una película sórdida, un retrato descarnado de los desastres de la guerra. Su dramatismo está potenciado por la potente fotografía en blanco y negro de Sven Nykvist así como por los perturbadores efectos visuales y sonoros que, incluso desde los títulos iniciales, transmiten una sensación de confusión en el espectador. Aunque la primera mitad del metraje adolece de cierta lentitud, el ritmo incrementa su cadencia a la par que la vida de los Rosenberg se desploma como un castillo de naipes. Bergman mete el dedo en la llaga, husmea en su interior y saca a relucir lo más cínico de la especie humana. Al final, como si se tratase de la balsa de Caronte –aquella que conduce a las almas de los condenados al Infierno-, los protagonistas finalizan sus días a bordo de una embarcación a la deriva. La guerra y sus propias miserias los han condenado al Averno.

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